Durante su ceremonia de graduación, una joven se acercó al micrófono y dijo con voz entrecortada: “Este diploma es para mi mamá, que limpiaba casas mientras yo estudiaba. Ella es mi verdadera heroína”. Las lágrimas no solo fueron suyas, sino de todos los presentes.
La fidelidad en lo cotidiano, aunque silenciosa, inspira a muchas generaciones. La Biblia está llena de ejemplos. Por ejemplo, Rut permaneció junto a Noemí; Ana oró año tras año por un hijo y el centurión creyó sin ver. Por eso, no es la plataforma lo que da poder al testimonio, sino la fe con la que se vive.
Por lo tanto, aunque hoy tu esfuerzo no sea reconocido, sigue sembrando. Alguien está mirando. Aún más, Dios está tomando nota. Por eso, lo que siembras con fe y lágrimas, lo cosecharás con gozo y fruto. La Biblia dice en Gálatas 6:9: “No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos” (RV1960).
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