Los niños son famosos por sus interminables preguntas. Dios les dio una mente activa con una curiosidad natural, y ¡eso es bueno! ¿Está obligado cada padre y madre a contestar cada una de las preguntas de sus hijos? ¿Qué pasa cuando sentimos que los cuestionamientos se vuelven una posible señal de rebeldía o una excusa para demorar la obediencia? ¿Y cuándo esas preguntas son un reto directo a la autoridad de los padres? Hablemos de este complicado tema con Mateo.